jueves, 22 de marzo de 2012

Cruentos ejemplares... ya tiene cubierta

Habemus Tapam!, que dirían en el Vaticano. Poco a poco el libro va tomando forma, como el monstruo de Frankenstein. Ahí tenéis la cubierta. Dentro de casi nada, ya lo sabéis, el resto...

jueves, 15 de marzo de 2012

Abro los ojos

Abro los ojos con la pereza de quien comprueba que los rayos del sol todavía no se filtran por las rendijas de la persiana. Qué extraño, acierto a pensar, es noche cerrada pero tengo la convicción de llevar un buen puñado de horas durmiendo. Enciendo la lámpara de la mesilla a tientas. Me protejo instintivamente la vista con el antebrazo. Demasiado tarde. La luz hiere mis ojos y descubro que me duele la cabeza.

Me incorporo y saco el reloj de pulsera del cajón superior. Marca las nueve. Es imposible, llevo más tiempo en la cama. Compruebo que el segundero no avanza. Doy cuerda al reloj y veo que, al menos, aún funciona. Giro la corona para ponerlo en hora. Las diez, las once, las doce, la una, las dos, me recreo en el movimiento de las agujas. Un momento. Me doy cuenta de lo estúpido de la situación: ni siquiera sé si realmente son las dos, las tres o las cuatro. No tiene sentido ponerlo en hora. Es obvio. Apenas decido posponer la operación para la mañana siguiente y devolver el reloj al cajón cuando descubro un rectángulo de luz proyectado en el suelo de la habitación. Entra por el palmo que ha quedado sin bajar de la persiana. Froto mis párpados con las palmas de las manos. Constato que la luz solar sigue ahí y que no estoy soñando. Ahora lo que centra mi atención es el reloj. Mi reloj Seiko chapado en oro blanco de toda la vida. Vuelvo a girar la corona pero esta vez en el sentido contrario. Las agujas retroceden a la velocidad que dictan las yemas de mi pulgar y de mi índice. Y a la misma que desaparece el rectángulo de claridad del parquet. Adelanto el reloj y vuelve la luz por debajo de la persiana. Lo atraso y vuelve a ser noche cerrada. Así está mejor. Lo guardo de nuevo en el cajón superior y apago la lamparilla. Me dejo caer pesadamente sobre la almohada y me cubro con el embozo sin saber muy bien qué es lo que encontraré cuando despierte.

viernes, 9 de marzo de 2012

Usucapitos

La secretaria confirmó a los agentes que el profesor Ulloa se había estado comportando de un modo extraño de un tiempo a esa parte. Por supuesto, había sido la primera en observar sus despistes, cada vez más frecuentes. O la desazón que el catedrático experimentaba cuando ella se marchaba y tenía que quedarse solo en el departamento de derecho civil, como había ocurrido el día de su desaparición. Ulloa atribuía estos cambios en su carácter y otras tantas cosas a unos seres diminutos, a los que había dado en llamar usucapitos, que decía vivían en su despacho. Concretamente en la librería, donde tenían su madriguera entre los manuales de sucesiones y las obras de referencia. El profesor sostenía que los usucapitos eran bromistas y que les gustaba cambiar las cosas de sitio pero, añadía, si bien en un principio le resultaron divertidos, últimamente se habían mostrado cada vez más violentos. Los temía. Parecían fuera de control. Los policías escuchaban incrédulos una historia que la misma secretaria relataba con escepticismo. Detrás de los tomos de la Nueva Enciclopedia Jurídica de la editorial Seix se ahogaron unas risitas traviesas.

jueves, 1 de marzo de 2012

Próxima presentación de Cruentos ejemplares y otras microficciones

Sí, amigos, el gran día se acerca. El próximo 10 de abril, a las 19 horas, presentaremos mi libro Cruentos ejemplares y otras microficciones en Cotxeres de Sants. Concretamente, en el Aula 43 del Edificio C (entrada por la plaza Bonet i Muixí, s/n). Ojalá podáis hacer un huequito en vuestras agendas y tengáis oportunidad de pasaros por allí.

En la página de la editorial Seleer podéis leer, valga la redundancia, la sinopsis de la obra. Y también el perfil del autor.

Seguiremos informando. La maquinaria propagandística no ha hecho más que ponerse en marcha.